Una de las frases que más oigo estos días por la calle es "si no fuera por los niños, que tienen tanta ilusión..., estas fiestas no serían lo mismo". Para ellos Papá Noel, los Reyes Magos, el Tió... les abre las puertas a un mundo mágico y, gracias a ellos, por unos días, nosotros también podemos vivir esos momentos como un regalo. ¡Bendita inocencia!
La inocencia nos da libertad. Cuando no hay experiencia previa, ni límites, ni dudas, ni temor, y hay confianza, ilusión y curiosidad: TODO ES POSIBLE.
Como acompañante en Bioneuroemoción, hay dos momentos en todo el proceso de acompañamiento que para mí son mágicos.
El primero es cuando la persona, a través de una carta, de una llamada telefónica, de una conversación..., recibe una información nueva sobre sus ancestros: esas fechas que faltaban por completar el árbol genealógico, ese secreto tan bien guardado... Es un momento de ilusión por descubrir: un momento de INOCENCIA. Aun no sabe dónde esa información la va a llevar, pero sabe que tiene un gran regalo entre sus manos. Inmediatamente pueden aflorar los miedos, las dudas..., pero ese instante es especial, hay conciencia de conexión.
El segundo es cuando, con el estudio del transgeneracional, la persona hace conciencia de estar reparando en su vida el programa de alguno de sus ancestros. No me refiero al momento que entiende lo que está viviendo (en la mente), sino que me refiero a ese instante mágico que siente (en el corazón) esa emoción reprimida que no es suya. Su cara es la misma que la de un niño el día de Reyes.
Me siento afortunada de poder compartir ese rostro iluminado y la paz que emana.
Son los momentos mágicos los que dan sentido a la vida.
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